lunes, 2 de noviembre de 2015

Algo resucitó aquel día de difuntos

 Peratallada, septiembre 2015
Yo iba con la cabeza gacha, intentando pensar en otra cosa, alejarme mentalmente de allí. Sabía que iba a escuchar las mismas charlas de todos los años, que si ya nadie viene a limpiar las lápidas, que si ya ni venden flores frescas en la puerta, que esto ya no es lo que era. Una silueta se dibujó en el arco de la puerta que me sacó de mi ejercicio de huida. Era una luz, un vestido blanco, una figura al trasluz, apenas unas piernas y desapareció. Yo paseé distraido por el laberinto de pequeños edificios funerarios. Quizás buscándola con la mirada. Como perdido. Finalmente me planté ante la fila de de lápidas que yo buscaba y cerré momentaneamente los ojos pensando en qué pintaba yo allí. Cuando de repente noté una presencia delante y me sobresalté. Era ella, su vestido blanco corto, vaporoso, inadecuado para la ocasión. En ese momento se agachó a oler las flores instaladas en una jardinera y  chocó su popa contra mi proa en lo que para mi fue todo un abordaje. El pirata que llevo dentro blandió su pata de palo al grito de ataque. Me quedé paralizado un momento. Sólo podía pensar: esas flores no huelen a nada, son de plástico.

 Peratallada, septiembre 2015

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